Lección 44
Lección 44: Dios es la Luz en la que veo.
Todo es Luz porque Dios es la Luz del Amor, pero el ego, para confirmar que tiene razón y está separado de la Luz, eligió percibir y dar valor a lo que los ojos ven, negándose así a ver la Luz. Si crees ser un cuerpo crees que lo que ves con los ojos es la realidad, pero ver con los ojos no es ver, es soñar que ves. Estás en la oscuridad. Ves lo que quieres ver en vez de ver la Realidad de Dios. Tú eres el soñador del sueño y sólo tú puedes soltar esta creencia en ser un ser separado. Dios y tú son Uno, sólo puedes ver en Él, en Su Luz. Solo puedes ver en el Amor.
Tú no te das cuenta de que tu visión está opacada por el miedo. El miedo es una ilusión, la ilusión de creer que hay alguien más a parte de ti. Hoy se te anima a soltar todo pensamiento de separación, por el contrario, piensa que todo es uno contigo, que todo ES lo que tú Eres, te adentras así a tu visión interna, la visión inclusiva. La Luz se encuentra en tu interior y tu interior es todo lo que existe, porque no hay nada externo a ti. Todo es tu Ser y tu Ser es Uno con Dios, por lo tanto, todo lo que ves es la Luz del Amor.
Cuando piensas que tú eres una persona, un individuo distinto de todo lo que existe, estás ciego, crees que ves pero no ves nada, porque niegas tu propia Luz, niegas lo que Eres. El Amor es Luz, no tiene nada que ver con la forma. Aprender a ver el Amor en todo es aprender a mirar más allá de la forma, a dar valor al contenido.
La forma es una expresión del Amor, es el “coche”, y el Amor es el “conductor”, cuando lo que ves no es Amor, entonces, quien conduce el coche es el ego. Estás dando valor a lo que tú quieres ver, a lo que no es real, estás dando valor a lo que estás soñando. Cuando lo que ves es Amor estás dando valor al “conductor del coche”. El “conductor del coche” es el mismo en toda forma. El conductor del coche es tu Ser, Dios y Su Hijo.
Si Dios es el Sol y tú una partícula de Su Luz, entonces comprendes que todo lo que existe también es una partícula de Su Luz, que no hay nada que no sea Luz. Cuando quieres ser algo distinto te adentras en la oscuridad, en un mundo donde el miedo impera y el Amor parece ser algo inalcanzable.
Deja de dar valor a la separación y verás la Luz, empieza a pensar que todo es parte de tu Ser que todo es tan luminoso como tú lo Eres y verás la Luz. Mira al “conductor” de toda forma, no importa si lo llamas Dios o Cristo, es lo mismo, todo es UNO. Ser consciente de Su Presencia en TODO, es ver.
El Amor es la Luz en la que toda forma desaparece ante Su Presencia. La forma es algo secundario, porque tu mirada busca al Ser que en verdad Eres, y lo encuentras, cuando te unes a la forma, la ves como parte de ti, y al verla como parte de ti, la forma cobra Luz, una Luz que no ves con los ojos sino con el corazón.
Cuando reconoces Quién Eres, la Luz del Ser que en verdad Eres alumbra cada paso que das. En tu interior está la Luz que te mostrará lo que es el Amor. Él te enseñará a vivir en la Presencia del Amor, a dar valor a la Luz que en verdad Eres y todo Es.
Nuestro pequeño consejo, resultado de nuestra experiencia:
Toma el libro de texto y ábrelo al azar, o si lo tienes en PDF, desliza el ratón por el cursor al azar. Allá donde se detenga, eso es lo que el Espíritu Santo/Jesús te aconseja poner atención. Aunque quizás no te lo parezca, te ayudará en la práctica de la lección de hoy. ¡Disfruta!
Hoy continuamos con la idea de ayer, agregándole otra dimensión. No puedes ver en la obscuridad, y no puedes fabricar luz. Puedes fabricar obscuridad y luego pensar que ves en ella, pero la luz refleja vida, y es, por lo tanto, un aspecto de la creación. La creación y la obscuridad no pueden coexistir, pero la luz y la vida son inseparables, pues no son sino diferentes aspectos de la creación.
Para poder ver, tienes que reconocer que la luz se encuentra en tu interior y no afuera. No puedes ver fuera de ti, ni tampoco se encuentra fuera de ti el equipo que necesitas para poder ver. Una parte esencial de ese equipo es la luz que hace posible el que puedas ver. Esa luz está siempre contigo, haciendo que la visión sea posible en toda circunstancia.
Hoy vamos a intentar llegar hasta esa luz. Para tal fin, utilizaremos una forma de ejercicio que ya se sugirió anteriormente, y que vamos a utilizar cada vez más. Dicha forma de ejercicio es especialmente difícil para la mente indisciplinada y representa uno de los objetivos principales del entrenamiento mental. Requiere precisamente lo que le falta a la mente sin entrenar. Con todo, si has de ver, dicho entrenamiento tiene que tener lugar.
Lleva a cabo como mínimo tres sesiones de práctica hoy, cada una de tres a cinco minutos de duración. Recomendamos enfáticamente que les dediques más tiempo, pero únicamente si notas que el tiempo pasa sin que experimentes ninguna sensación de tensión o muy poca. La forma de práctica que vamos a utilizar hoy es la más natural y fácil del mundo para la mente entrenada, tal como parece ser la más antinatural y difícil para la mente sin entrenar.
Tu mente ya no está completamente sin entrenar. Estás bastante listo para aprender la forma de ejercicio que vamos a utilizar hoy, pero es posible que te topes con una gran resistencia. La razón es muy simple. Al practicar de esta manera, te desprendes de todo lo que ahora crees y de todos los pensamientos que has inventado. Propiamente dicho, esto constituye tu liberación del infierno. Sin embargo, si se percibe a través de los ojos del ego, es una pérdida de identidad y un descenso al infierno.
Si te puedes apartar del ego, aunque sólo sea un poco, no tendrás dificultad alguna en reconocer que su oposición y sus miedos no significan nada. Tal vez te resulte útil recordarte a ti mismo de vez en cuando, que alcanzar la luz es escapar de la obscuridad, independientemente de lo que creas al contrario. Dios es la luz en la que ves. Estás intentando llegar a Él.
Da comienzo a la sesión de práctica repitiendo la idea de hoy con los ojos abiertos, luego ciérralos lentamente mientras repites la idea varias veces más. Trata entonces de sumergirte en tu mente, abandonando cualquier clase de interferencia e intrusión a medida que te sumerges serenamente más allá de ellas. No hay nada, excepto tú, que pueda impedirle a tu mente hacer esto. Tu mente está sencillamente siguiendo su curso natural. Trata de observar los pensamientos que te vengan sin involucrarte con ninguno de ellos, y pásalos de largo tranquilamente.
Si bien no se recomienda ningún enfoque en particular para esta forma de ejercicio, sí es necesario que te des cuenta de cuán importante es lo que estás haciendo, el inestimable valor que ello tiene para ti, así como que seas consciente de que estás intentando hacer algo muy sagrado. La salvación es el más feliz de todos tus logros. Es asimismo el único que tiene sentido porque es el único que tiene verdadera utilidad para ti.
Si experimentas cualquier clase de resistencia, haz una pausa lo suficientemente larga como para poder repetir la idea de hoy con los ojos cerrados, a no ser que notes que tienes miedo. En ese caso es probable que abrir los ojos brevemente te haga sentir más tranquilo. Trata, sin embargo, de reanudar los ejercicios con los ojos cerrados tan pronto como puedas.
Si estás haciendo los ejercicios correctamente, deberías experimentar una cierta sensación de relajación, e incluso sentir que te estas aproximando a la luz o de hecho adentrándote en ella. Trata de pensar en la luz, sin forma y sin límites, según pasas de largo los pensamientos de este mundo. Y no te olvides de que no te pueden atar a él a no ser que tú les des el poder de hacerlo.
Durante el transcurso del día, repite la idea a menudo con los ojos abiertos o cerrados, como mejor te parezca en su momento. Pero no te olvides de repetirla. Sobre todo, decídete hoy a no olvidarte.



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