Los Regalos de Dios


Los Dos Regalos

¿Cómo puedes ser salvado de todos los regalos que el mundo te ha ofrecido? ¿Cómo puedes cambiar estos pequeños y crueles ofrecimientos por los que el Cielo da y Dios querría que conservaras? 

Abre tus manos y dame todas las cosas que has guardado en contra de tu santidad y mantenido como calumnia al Hijo de Dios. Practica con todo aquello que reconozcas como lo que es. Dame esas cosas sin valor en el instante en que las veas a través de mis ojos y entiendas su coste. Abandona entonces esos sueños amargos en cuanto los percibas ahora como eso, y nada más que eso. Los tomo de ti encantado y los dejo al lado de los regalos de Dios que Él ha colocado sobre el altar a Su Hijo. Y te doy éstos a ti para reemplazar aquellos que diste en tu misericordia. Éstos son los regalos que te pido, y sólo éstos. Pues, en cuanto los dejas, llegas a mí, y puedo venir entonces a ti como salvador. 

Los regalos de Dios están en mis manos para darlos a todo aquél que intercambie el mundo por el Cielo. Sólo necesitas decir mi Nombre, y pedirme que acepte el regalo de dolor de manos dispuestas que reposarán sobre las mías, con las espinas retiradas y los clavos arrojados lejos, mientras uno a uno los tristes regalos de la Tierra son gozosamente desechados. 

En mis manos hay todo lo que quieras, necesites y esperes encontrar entre los desvencijados juguetes de la Tierra. Los cojo de ti y desaparecen. Y brillando en el lugar que una vez ocupaban, hay una puerta a otro mundo a través de la cual entramos en el Nombre de Dios. 

Padre, te damos las gracias por esos regalos que juntos hemos encontrado. Aquí somos redimidos. Pues es aquí donde nos unimos, y desde este lugar de santo encuentro iremos a Ti, porque reconocemos los regalos que diste, y ya no habrá nada más. 

Cada mano que encuentra su camino a la mía tomará Tus regalos de mí, y así como miramos juntos al lugar sobre el cual deposité por ti tus indignos regalos, sólo veremos los regalos de Dios reflejados en el resplandor alrededor de nuestras cabezas. 

Santos somos nosotros que conocemos nuestra santidad, pues eres Tú Quien hace brillar Tu luz en nosotros, y nosotros agradecemos en el Nombre de nuestro Padre, que Tú no has olvidado. Lo que pensamos que hicimos de Ti simplemente ha desaparecido, y con ello las imágenes que hicimos de Tu creación se han ido también. Y eso ha concluido. 

Ahora encomendamos en Tus Manos el espíritu de Tu Hijo que pareció extraviar su camino un corto tiempo, pero que nunca abandonó la seguridad de Tu Amor. Los regalos de miedo y el sueño de muerte se han acabado. Y damos gracias. 

Y damos gracias, Amén.

 🔼🔼🔼





Comentarios

Texto de Un Curso de Milagros