Lección 56








Tus pensamientos de ataque no son tus pensamientos reales, provienen de tu miedo y tu culpa inconscientes y hacen que percibas un mundo de separación, de dolor, sufrimiento, conflictos y muerte. Rechazas lo que percibes, afirmando que eso no eres tú, no puedes por menos que atacar para no ser atacado primero. Cada vez que te ves separado de lo percibido sientes miedo y culpa, tienes pensamientos de ataque que luego proyectas para poder ver testigos que te confirmen que "has hecho bien" al atacar. Al ver en ellos imperfección te sientes "bien" porque confirman que tienes razón, así es como te auto-engañas, no sabes que estás sintiendo miedo y culpa aunque te gusta sentirte así porque te hace creer que estás vivo, que existes. Pero esos sentimientos te hacen ver un mundo imperfecto, un mundo irreal.

La imperfección es tu juicio con respecto a tus propios pensamientos de ataque hechos forma, al juzgarlos imperfectos estás afirmando inconscientemente tu propia imperfección, lo que significa que si juzgas que lo que ves es enfermedad, ira, depresión, sufrimiento, etc estás afirmando que eres vulnerable, te estás atacando a ti mismo puesto que tu vulnerabilidad te llevará a un mismo fin, la muerte, cuando el Hijo de Dios, lo que en verdad Eres, no puede morir pues es invulnerable.

Cuando aceptas que Eres el Hijo de Dios, y aprendes a verte en todo (lo sientes todo como parte de ti), te unes a lo percibido, lo que significa que no tratas de juzgar nada de lo que ves porque entiendes que si te consideras uno con lo percibido no tiene sentido juzgar. Todo es perfecto tal como es porque lo real no es el cuerpo, las apariencias, sino el contenido. El único que puede juzgar es el Espíritu Santo/Jesús, la Presencia del Amor en ti, tú simplemente le das a Él todo aquello que consideras no son tus verdaderos pensamientos (no puedes sentir Amor si sientes miedo y tu voluntad es sentirlo a Él)  y dejas que Él haga el resto porque sabes que lo único real es el Amor y el Amor, el Hijo de Dios, no puede sufrir, no puede enfermar, no puede padecer puesto que es Perfección y la perfección es invulnerabilidad.

Al sentir todo como parte de ti sientes el Amor de Dios en ti, porque Él es la Totalidad, amarlo a Él es amar a cada parte de ti, no amar una sola parte de ti significa que no estás amando a Dios sino a ídolos. Excluir una parte de Él es excluir a Dios totalmente de tu corazón. Te separas de Él. Todo aquel que piensa como Dios sólo siente Su Amor. No necesitamos de palabras porque el Amor es Su Palabra. Así son nuestros pensamientos reales y sólo nuestros pensamientos reales nos harán recordar lo que siempre Somos y nunca hemos dejado de ser, Amor. Ésa es nuestra herencia, al ser un Hijo de Dios.

Tenemos que tener bien claro que para ver la Verdad tenemos que pensar como piensa Dios. Sólo nuestros pensamientos reales nos mostrarán el mundo real. Hay dos mundos frente a nosotros y el que elijamos será el que veremos, uno es el mundo del Amor, de la bondad y la dicha, de la paz y la felicidad; el otro es el mundo del odio y de la guerra, del dolor, y el sufrimiento. 

¿Cómo saber si hemos elegido correctamente? Por cómo nos sentimos, si sentimos completo Amor (nuestro corazón no excluye nada ni nadie) estaremos eligiendo el mundo real, el mundo del Amor de Dios, sentir de esta manera es pensar con nuestros pensamientos reales, nuestros pensamientos reales no tienen forma, son Amor y el Amor nos muestra nuestra verdadera visión, por eso contemplamos el mundo con caridad y Amor.

Nuestra visión (la visión de Cristo) es un reflejo de lo que creemos Ser. Si hemos elegido pensar como piensa Dios es porque hemos puesto nuestra fe en lo que en verdad Somos, el Hijo de Dios. Si, en cambio, contemplamos un mundo pleno de conflictos, de dolor y sufrimiento es porque no hemos elegido correctamente, sólo se nos pide que elijamos de nuevo, esta vez elegimos el Amor de Dios, elegimos aquietar nuestra mente y pedirle a Él que nos abrace en Su Luz.

Cuando lo que sintamos no sea Amor, estaremos viendo el mundo del ego, solo tenemos que tener claro que por encima de todo queremos ver de otra manera, ésa es nuestra voluntad y nuestra voluntad es la Voluntad de Dios. No queremos ver más engaños, por eso deseamos cambiar lo que sentimos por Amor. Nos entregamos a Él porque confiamos en que nos mostrará la Verdad. La Verdad es Amor y es lo que vamos a aprender a ver en todo, nada está excluido porque Dios está en todo lo que vemos, aprendemos a ver sin tener en cuenta las apariencias (el engaño), para nosotros  el contenido es lo único real.

Hacer la Voluntad de Dios es SER como Dios quiere que seamos, Su Hijo, Amor. Así nos creó, no nos creó como seres vulnerables y finitos, es hora de dejar de identificarnos con lo que no somos para identificarnos con el Hijo de Dios. El Hijo de Dios sólo puede sentir Amor, así es como te identificas con Él, así es como piensas como Dios piensa. No podemos pensar diferente a como Dios piensa porque somos parte de Él, Su Mente y nuestra mente son la misma mente, la separación nunca ha sido real, es una ilusión de nuestra mente en la que se ha creído apartada del Amor, pero eso jamás ha sucedido, seguimos estando en el Amor, Dios sigue abrazándolo todo con Su Amor, seguimos co-creando con Él como Hijo de Dios, porque unidos volvemos a ser UNO.
Nuestro pequeño consejo, resultado de nuestra experiencia:
Toma el libro de texto y ábrelo al azar, o si lo tienes en PDF, desliza el ratón por el cursor al azar. Allá donde se detenga, eso es lo que el Espíritu Santo/Jesús te aconseja poner atención. Aunque quizás no te lo parezca, te ayudará en la práctica de la lección de hoy. ¡Disfruta!

Repaso de las lecciones 26 - 30

 

(26) Mis pensamientos de ataque atacan mi invulnerabilidad.

¿Cómo puedo saber quién soy cuando creo estar sometido a continuos ataques? El dolor, la enfermedad, la pérdida, la vejez y la muerte parecen acecharme. Todas mis esperanzas, aspiraciones y planes parecen estar a merced de un mundo que no puedo controlar. Sin embargo, la seguridad perfecta y la plena realización constituyen mi verdadera herencia. He tratado de despojarme de mi herencia a cambio del mundo que veo. Pero Dios la ha salvaguardado para mí. Mis pensamientos reales me enseñarán lo que es mi herencia.

(27) Por encima de todo quiero ver.

Al reconocer que lo que veo es un reflejo de lo que creo ser, me doy cuenta de que mi mayor necesidad es la visión. El mundo que veo da testimonio de cuán temerosa es la naturaleza de la imagen que he forjado de mí mismo. Si he de recordar quién soy, es esencial que abandone esta imagen de mí mismo. A medida que dicha imagen sea reemplazada por la verdad, se me concederá la visión. Y con esta visión contemplaré al mundo y a mí mismo con caridad y con amor.

(28) Por encima de todo quiero ver de otra manera.

El mundo que veo mantiene en vigor la temerosa imagen que he forjado de mí mismo y garantiza su continuidad. Mientras siga viendo el mundo tal como lo veo ahora, la verdad no podrá alborear en mi conciencia. Dejaré que la puerta que se encuentra detrás de este mundo se abra, para así poder mirar más allá de él al mundo que refleja el Amor de Dios.

(29) Dios está en todo lo que veo.

Tras cada imagen que he forjado, la verdad permanece inmutable. Tras cada velo que he corrido sobre la faz del amor, su luz sigue brillando sin menoscabo. Más allá de todos mis descabellados deseos se encuentra mi voluntad, unida a la Voluntad de mi Padre. Dios sigue estando en todas partes y en todas las cosas eternamente. Y nosotros, que somos parte de Él, habremos de ver más allá de las apariencias, y reconocer la verdad que yace tras todas ellas.

(30) Dios está en todo lo que veo porque Dios está en mi mente.

En mi propia mente, aunque oculto por mis desquiciados pensamientos de separación y ataque, yace el conocimiento de que todo es uno eternamente. Yo no he perdido el conocimiento de Quién soy por el hecho de haberlo olvidado. Ha sido salvaguardado para mí en la Mente de Dios, Quien no ha abandonado Sus Pensamientos. Y yo, que me cuento entre ellos, soy uno con ellos y uno con Él.

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