Lección 60

 








 

El perdón es desconocido en el Cielo, porque donde todo es Amor no hay nada que perdonar, pero mientras estemos creyendo ser lo que no somos, necesitamos del perdón. El perdón en vez de hacernos recordar los pensamientos de un pasado ilusorio nos hace recordar únicamente los pensamientos amorosos de un pasado que en verdad está siempre presente en nuestra mente, cuando no los recordamos es porque estamos pensando en ilusiones. Los pensamientos amorosos nunca se pierden, nunca mueren, siempre están aquí y ahora, esperando a ser recordados. 

El Espíritu Santo nos enseña a recurrir a Él, al AMOR, para que aprendamos lo que es el perdón. Entregamos al Amor nuestros pensamientos errados porque sabemos que estamos equivocados,  deseamos que Él los perdone (los corrija) y nos muestre sólo nuestros verdaderos pensamientos. Así aprendemos que el perdón no se trata de ver a otro distinto a nosotros sino de reconocer que siempre estamos viendo nuestros pensamientos, y si algo nos altera es porque esos pensamientos no tienen nada que ver con lo que en verdad Somos, nuestros hermanos y nosotros somos inocentes porque somos un mismo Ser, el Hijo de Dios, Amor. Por medio del perdón cambiamos nuestra manera de pensar, soltamos poco a poco la idea de ser alguien distinto para empezar a sentir la Unidad con todo y a confiar en esta Unidad.

El perdón es el recurso que utiliza el Espíritu Santo para que recordemos sólo el Amor de Dios. Solo perdonamos en el Amor, nunca en el miedo. Con el perdón aprendemos a vernos como realmente Somos. Así es como aceptamos el perdón de Dios. Así es como aceptamos Su Amor y soltamos la idea de estar separados de Él. Aprendemos a confiar en la Fortaleza de Dios, en el Amor de Dios, aprendiendo a confiar en el Espíritu Santo/Jesús. 

Si estamos pensando con el Espíritu Santo/Jesús, si nuestra mente está llena de Amor y de ningún pensamiento del mundo, entonces, nuestra mente está pensando con el Amor, estamos con el Espíritu Santo/Jesús y, en el Amor, no hay nada que temer puesto que Él es ahora Quien dirige. Nosotros sólo esperamos Sus indicaciones. Así es como se desarrolla nuestra intuición. 

Él nos habla durante todo el día, pero para escucharlo solo tenemos que estar atentos. No esperemos oírlo sólo en nuestra "cabeza", no olvidemos que no somos un cuerpo, somos Espíritu y todo lo que vemos es nuestra mente, nuestros pensamientos hechos forma, por lo que cuando oímos al Espíritu Santo, lo oímos a través de cualquier personaje de nuestro sueño. Un libro, un periódico, la voz de un desconocido, una canción, un pájaro, nuestra pareja, nuestros amigos, etc. Aprendemos a verlo a Él en todo y a comunicarnos con Él. 

El Espíritu Santo/Jesús nos prepara para la Eternidad. Aprendemos a seguirlo, a confiar en Él, aprendiendo a ver Su Presencia en todo y, es fácil hacerlo cuando nuestra mente está plena de Amor porque, entonces, experimentamos la bondad, la belleza, la perfección, en todo lo que vemos, reconocemos que siempre es al Espíritu Santo/Jesús, la Presencia del Amor, a Quien nos dirigimos, y cuando lo que vemos no es Amor sabemos que es momento de perdonar, de ver eso con Él. 

Cuando nos abandonamos en el Amor de Dios nos es fácil perdonar, entonces, Él es Quien "trabaja" por nosotros. Experimentamos el cambio de nuestro mundo poco a poco. El miedo desaparece a medida que nuestra mente se transforma, entonces,  no nos preocupan las dificultades de la vida porque no les damos valor y, al no darles valor, desaparecen. Nada tememos porque estamos con Él, nosotros solo hacemos Su Voluntad porque hemos aprendido a confiar en Él. 

Todos los actos amorosos que llevamos a cabo, todas las palabras bondadosas que compartimos, todos los actos amorosos y las palabras bondadosas que vemos en el mundo son gracias a que aceptamos el Amor en nuestra mente, entonces Él obra a través de nosotros; de esta manera nos enseña que eso es lo que Somos. Más nos permitimos estar en el Amor y más experimentamos Su Fortaleza. ¿Quién puede temer cuando el que "conduce el coche" es el Espíritu Santo/Jesús? Siempre todo es para nuestro beneficio y cuando aprendemos a confiar podemos ver que nada nos sucede por casualidad, todo tiene su por qué, hasta lo más insignificante, y dejamos de luchar y de culpar al mundo porque ahora el mundo es nuestro Amigo. Sólo el Amor de Dios nos sustenta y, gracias a ello, nos liberamos.
Nuestro pequeño consejo, resultado de nuestra experiencia:
Toma el libro de texto y ábrelo al azar, o si lo tienes en PDF, desliza el ratón por el cursor al azar. Allá donde se detenga, eso es lo que el Espíritu Santo/Jesús te aconseja poner atención. Aunque quizás no te lo parezca, te ayudará en la práctica de la lección de hoy. ¡Disfruta!

Repaso de las lecciones 46 - 50

 

(46) Dios es el Amor en el que perdono.

Dios no perdona porque jamás ha condenado. Los que están libres de culpa no pueden culpar, y aquellos que han aceptado su inocencia no ven nada que tengan que perdonar. Con todo, el perdón es el medio por el cual reconoceré mi inocencia. Es el reflejo del Amor de Dios en la tierra. Y me llevará tan cerca del Cielo que el Amor de Dios podrá tenderme la mano y elevarme hasta Él.

(47) Dios es la fortaleza en la que confío.

No es con mi propia fortaleza con la que perdono. Es con la fortaleza de Dios en mí, la cual recuerdo al perdonar. A medida que comienzo a ver, reconozco Su reflejo en la tierra. Perdono todas las cosas porque siento Su fortaleza avivarse en mí. Y empiezo a recordar el Amor que decidí olvidar, pero que nunca se olvidó de mí.

(48) No hay nada que temer.

¡Cuán seguro me parecerá el mundo cuando lo pueda ver! No se parecerá en nada a lo que ahora me imagino ver. Todo el mundo y todo cuanto vea se inclinará ante mí para bendecirme. Reconoceré en todos a mi Amigo más querido. ¿Qué puedo temer en un mundo al que he perdonado y que a su vez me ha perdonado a mí?

(49) La Voz de Dios me habla durante todo el día.

No hay un solo momento en el que la Voz de Dios deje de apelar a mi perdón para salvarme. No hay un solo momento en el que Su Voz deje de dirigir mis pensamientos, guiar mis actos y conducir mis pasos. Me dirijo firmemente hacia la verdad. No hay ningún otro lugar adonde pueda ir porque la Voz de Dios es la única Voz y el único guía que se le dio a Su Hijo.

(50) El Amor de Dios es mi sustento.

Cuando escucho la Voz de Dios, Su Amor me sustenta. Cuando abro los ojos, Su Amor alumbra al mundo para que lo pueda ver. Cuando perdono, Su Amor me recuerda que Su Hijo es impecable. Y cuando contemplo al mundo con la visión que Él me dio, recuerdo que yo soy Su Hijo.

🔼🔼🔼






 

LECTURA RELACIONADA:


Comentarios

Texto de Un Curso de Milagros